Los desafíos del derecho humano al agua

A nivel internacional, el 28 de julio de 2010, a través de la Resolución 64/292[1], la Asamblea General de las Naciones Unidas reconoció explícitamente el derecho humano al agua y al saneamiento, reafirmando que un agua potable limpia y el saneamiento son esenciales para la realización de todos los derechos humanos. La Resolución exhorta a los Estados y organizaciones internacionales a proporcionar recursos financieros, a propiciar la capacitación y la transferencia de tecnología para ayudar a los países, en particular a los países en vías de desarrollo, a proporcionar un suministro de agua potable y saneamiento saludable, limpio, accesible y asequible para todos.


Así mismo, en noviembre de 2002, el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales adoptó la Observación General nº 15[2] sobre el derecho al agua que  establece que "El derecho humano al agua es indispensable para una vida humana digna". La Observación nº 15 también define el derecho al agua como el derecho de cada uno a disponer de agua suficiente, saludable, aceptable, físicamente accesible y asequible para su uso personal y doméstico.

No obstante, las cifras son alarmantes. El informe de la Relatora Especial sobre el derecho humano al agua y saneamiento estima que existen 1.800 millones de personas que no tienen acceso a agua potable,  2.500 millones no tienen inodoros, tanques sépticos, redes de alcantarillado por tuberías ni otros medios y 1.100 millones de personas siguen defecando al aire libre. La falta de agua limpia y saneamiento tiene grandes impactos en la salud humana. Se calcula, por ejemplo, que anualmente se pierden  260.000 millones de dólares por carencia de acceso a saneamiento. También se pierden 443 millones de días escolares por enfermedades de origen hídrico.[3] Sin embargo, se estima cada dólar invertido en agua y saneamiento en regiones en desarrollo genera una rentabilidad de entre  5 y 28 dólares.[4]

Resultado de imagen para derecho al aguaSegún datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), se precisan entre 50 y 100 litros de agua por persona al día para satisfacer las necesidades humanas más básicas. Sin embargo, la disponibilidad de agua dulce para el consumo humano se ve afectada con la creciente población y por los efectos del cambio climático. Las extracciones de agua se triplicaron en los últimos 50 años y se estima que la demanda de agua para la producción de alimentos se duplicará para el 2050. Los expertos en cambio climático pronostican que para el 2030 la mitad de la población mundial vivirá en zonas donde la presión sobre los recursos hídricos será muy elevada.

Las afectaciones a los sistemas biogeoquímicos son responsabilidad de la acción del ser humano bajo una lógica que apuesta por un crecimiento económico al infinito en un planeta finito.

El extraordinario incremento en la demanda de recursos y energía de la humanidad ha provocado grandes transformaciones en los ecosistemas y en los ciclos físicos y biogeoquímicos a escalas local y global cuyas consecuencias no han podido ser determinadas aún en toda su extensión.

Al margen de lo anterior, la sustentabilidad apuntaría al desarrollo del ser humano como tal si ésta es entendida como aquella variedad de sociedades culturalmente distintas, que se reconocen como parte de la naturaleza y por lo tanto, aunque pretenden una mejor calidad de vida, al mismo tiempo reconocen y operan dentro de las fronteras ecológicas planetarias, siendo consecuentemente cada vez más ahorradoras, socialmente más justas, menos reactivas y más preventivas.




[1] Resolución A/RES/64/292, Asamblea General de las Naciones Unidas, julio de 2010
[2] Observación General No. 15, El derecho al agua, Comité de Naciones Unidas de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, noviembre de 2002.
[3] PNUD, Informe sobre Desarrollo Humano 2006, Más allá de la escasez: Poder, pobreza y la crisis mundial del agua, 2006.
[4] Resolución A/HRC/24/44, Asamblea General de las Naciones Unidas, julio de 2013. Informe de la Relatora Especial sobre el derecho humano al agua potable y saneamiento, Catarina de Albuquerque.


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